«Siempre me gustó en la vida aterrizar, a ver si me entienden, no solo hablar para los ángeles sino también para los hombres que están en esta tierra», explicó ayer Vicente Gradaille a los asistentes a la segunda jornada de la Asamblea Nacional del Apostolado del Mar, que se celebró en Viveiro. Su testimonio acercó a los presentes la realidad de Celeiro durante las tres décadas que compartió con las gentes del mar de la localidad, desde que en 1963 el obispado le ofreció hacerse cargo de la parroquia viveirense.
«Si me mandaran a la cuenca minera, yo sería minero; ser cura en un puerto de mar me obligó a hacerme marinero», dijo Gradaille, quien no dudó en cambiar la sotana por los pantalones de tergal para acercarse a la realidad social de las familias marineras de Celeiro, y con la complicidad de los propios pescadores dar un giro a la situación de las gentes del mar compaginando su actividad pastoral con la de patrón mayor de la cofradía durante una década.
Gradaille recordó que su primera misión fue construir la nueva iglesia. «Hacer la iglesia de piedra, pero también la de piedras vivas, la que propicia un estilo de vida distinto», señaló. El templo se construyó en cinco años, y los ocho millones de pesetas de entonces que costó la obra los sufragaron las propias gentes de Celeiro. Mientras tanto, la nave de una conservera, en el puerto, acogía la misa dominical. Allí fue tejiendo la red para alimentar el cuerpo y el alma de Celeiro. «La vida de los hombres del mar no era nada envidiable, lo pasaban mal, cobraban poco, veía la pobreza entre marineros y armadores», y así, «se me ocurrió lo de la cooperativa (...) me interesaba que tuvieran claro que si el cura estaba cerca de ellos era porque la Iglesia quería estar cerca de ellos, pero aterrizando, buscando los medios».
Se convirtió en patrón mayor en 1976, y rememoró las visitas al Gobierno en Madrid, en «una época en la que decían que cuando los curas se meten en asuntos sociales, son comunistas», lo que provocó las sonrisas de los presentes; y desgranó el proceso de construcción del puerto, las lonjas, remarcando la importancia de la asociación de los puertos mariñanos.
Gradaille fue tajante: «En el estómago vacío no entran ni pan ni Dios». Subrayó así la importancia del trabajo realizado durante aquellos años para mejorar las condiciones sociales, económicas y espirituales de los celeirenses.
http://www.lavozdegalicia.es/amarina/2011/06/03/0003_201106X3C5991.htm