Pregón 1998 |
Escrito por Administrator |
Jueves, 19 de Marzo de 2009 17:57 |
En «Viveiro», lo sacral y lo secular, la fe y la cultura, la espiritualidad y el arte, la vida y la muerte, se funden en un abrazo reconciliador, desde tiempos ricos en costumbres y tradiciones, que han sellado para siempre la historia y la existencia presente de un pueblo que tiene el espíritu impregnado de los misterios de la Semana Santa.
La Semana Santa se ha convertido,-en la sociedad actual, en una ocasión de movilidad trepidante. Es como una válvula de escape que busca la tranquilidad del campo y de la playa. La deshumanización de la ciudad, la monotonía del ritmo de trabajo, la carencia de zonas verdes en las grandes ciudades, convierten el tradicional tiempo de descanso celebrativo y sacral de una sociedad rural, en una necesidad de huida masiva con gran movilidad urbana. Para el hombre contemporáneo, el descanso es una necesidad y una oportunidad. En «Viveiro», el visitante podrá experimentar y admirar, profundas manifestaciones religiosas rebosando lirismo y hablando silenciosamente en la Procesión de «Os Caladiños», a la luz de la velas que iluminan las angostas calles amuralladas; inmensas filas de penitentes, cofrades y espectadores activos que aprenden a mirarse en los bellos pasos de Jesús Crucificado, de la Cena, del Cristo Yacente en la Procesión del Santo Entierro, del Cristo de la Agonía en la noche del Miércoles Santo o en los bellísimos detalles de la imágenes que forman el grupo escultórico de las Siete Palabras. Y todo ello, bajo los acordes de la Banda Municipal y los redobles de tambores que marcan el ritmo a los costaleros. La Semana Santa de Viveiro es un perfecto escenario para reconciliarnos con los mejores y más nobles valores humanos. Puede ser una buena ocasión para el descanso pacificador del espíritu y para la serena unificación de una existencia equilibrada y armónica. Entronca con la necesidad y con la capacidad festiva y celebrativa del ser humano y adquiere una nueva dimensión a la luz de la Pascua del Señor, que da sentido al domingo como conmemoración de la liberación del pecado y de toda opresión personal y social. La Iglesia recuerda en Semana Santa que es bueno dedicar un tiempo a lo sagrado, a la memoria del Misterio de Dios, a la celebración de los acontecimientos fundamentales de nuestra fe. La Semana Santa es memoria viva de que el hombre es más que trabajo, negocio y producción. Es memoria de que también, y fundamentalmente, el ser humano está llamado a existir y a dignificar su paso por este mundo gozando del ocio, del descanso y de lo celebrativo. El viveirense se siente portador agradecido de una fe heredada que hay que mantener encendida, de una paz interior que necesita escenificar por sus angostas calles, de un arte que saca a la luz en su Semana Santa, para que los visitantes purifiquen sus miradas, gozen de las celebraciones y santifiquen el tiempo, contemplando bellezas de una naturaleza virgen que los habitantes de esta tierra se empeñan en proteger y conservar con respeto y admiración. En Viveiro, se puede respirar cuando la Virgen de la Soledad sale del Templo de Santa María, cuando el Paso de la Cena atraviesa la Plaza Mayor ante la mirada expectante de multitud, o cuando el pueblo acude a presenciar la representación del Encuentro al amanecer luminoso de la mañana del Viernes Santo. Allí entra uno consigo mismo y redescubre espacios de silencio en medio de una atmósfera de transcendencia. En Viveiro, en esta Semana Santa, Dios sale de nuevo a nuestro encuentro. Preparemos adecuadamente nuestro ser para que Él pueda quedarse para siempre. Que Dios bendiga a los viveirenses y a todos los que en la Semana Santa de 1998 visiten tan noble y espiritual ciudad. |
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