Cinco estampas minimas Ramón Pernas La Santa Cena es una traíña que gobierna un patrón con doce tripulantes, con doce marineros. Enfila hacia la boca de la plaza. Calma chicha en la tarde, Jueves Santo, que concluye y la noche comienza a bordar estrellas en el Manto de la Madre Dolorosa. Cabe la mar, malecón arriba, hace bailar la brisa la tenue luz de los hachones y la sombra de Cristo, es una sombra nauta y marinera, palo mayor de esta vieja nave que es Viveiro. Navega, la silueta de la cruz, navega ría adentro.
Es la mañana campana de tristura, bastábales de la desesperanza toda, caída primera del Hombre que ha de caer tres veces el mismo día en que va a ser asesinado. Plaza Mayor de encuentros reiterados, deja que Juan te busque eternamente y que Verónica, sepa cuanto dolor cabe en un pañuelo.
Santo Cristo en las peñas, Cristo de nuestras penas, yacente en un viernes de galerna. Eres como un ahogado anónimo que varó para siempre en la desierta playa de nuestros corazones.
Y en el silencio, el dolor de la Madre es un grito callado. Virgen del Mar y de la Tierra, señor de la angustia y la raiola. Te mece la ciudad como una ola, como una sinfonía de cirios y de pasos en las anochecidas, mudas, calles de Viveiro.
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